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El arte de asender no consiste en no caer, sino en no permanecer caído.
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      Si lloras por no haber podido ver el sol,

      las lagrimas no te dejaran ver las estrellas

      En la primavera del año 1962 un grupo de alumnos y docentes de la especialidad de Cincelado y Grabado organizó un campamento en la localidad bonaerense de Chascomús.

      La experiencia fue buena y el año siguiente los encontró con nuevos bríos para proseguir sus estudios y retomar el campamento, que por aquel entonces llamaron Campamento Alumnos de Cincelado y Grabado (CACyG).

      Alumnos de otros cursos, en especial de Construcciones y de Electrotecnia, se mostraron interesados en unirse

      al grupo. El 19 de septiembre de 1963 fundaron entonces el Campamento Interprovincial Escuelas Raggio (CINTER), oficialmente reconocido el 23 de septiembre. A poco fueron sumándose alumnos de las restantes especialidades, conformando los grupos que comenzaron a recorrer el país.

      Desde siempre el objetivo del CINTER fue que sus integrantes, en un marco de amistad y camaradería, con

      organización y esfuerzo, conocieran el país, su gente, sus costumbres y sus tradiciones. Y muñidos de ese espíritu comenzaron su tarea.

      En el viejo y desaparecido espacio de “La Cachila”, organizaron sus fogones, semana por medio, en medio de cantos y alegrías. Confeccionadas a mano por diligentes madres, las primeras carpas del CINTER sirvieron de refugio, por lo menos, a las primeras tres camadas de acampantes.

      A principios de enero de cada año, nuevos contingentes de alumnos emprendían su marcha hacia nuevos horizontes. Todas las provincias argentinas fueron visitadas por el CINTER a lo largo de su trayectoria.

      Grandes ciudades y pequeños villorios perdidos entre la montaña fueron escenario de sus visitas.

      Fuera de las expediciones arqueológicas y científicas, se trató del primer grupo organizado que realizó actividades de campamento en el Campo de Ischigualasto (Valle de la Luna). O en realizar un raid de 16.000 kilómetros por la Patagonia, hasta los límites de los hielos continentales, a bordo de tres autos marca Citröen.

      También fue el primer grupo en llevar una colección de libros a una escuela

      rural en medio de la sierra jujeña, en las cercanías de Punta Corral. En el año 1975 se conformó la rama femenina de la agrupación. Sus actividades comenzaron en forma independiente de los varones, pero luego ambos grupos organizaron sus actividades en conjunto.

      Uno de los hitos más importantes de este campamento fue haberle puesto a un cerro jujeño de Purmamarca el

      nombre ‘Cerro Madero’, en homenaje a Eduardo Madero, regente de las Escuelas Raggio.

      Entre las tradiciones más significativas del CINTER están las peñas folclóricas y los festivales artísticos que realizaron ininterrumpidamente desde 1964 y alcanzaron su 65° versión. Haciendo honor a su nombre, el Campamento Interprovincial permitió que los estudiantes recorrieran todo el país. De la mano de Carlos Enrique Gaviola, uno de sus creadores que los acompañó prácticamente desde su inicio y hasta su finalización a fines de la década del 1990, CINTER logró ese objetivo basándose en la armoniosa convivencia de los alumnos.

      Ex Acampantes de Cinter